Andrés Aylwin A.

"Ya despertarán las conciencias dormidas como un enorme caudal. Ese día el signo de la historia no será el odio sino la hermandad"

Andrés Aylwin Azócar, 1925-2018

"Soy testigo del dolor de nuestro pueblo durante 17 años. Por eso, jamás renunciaremos a nuestra lucha por convertir ese dolor en frutos de esperanza"

Andrés Aylwin Azócar, 1925-2018

"Los políticos tenemos una gran misión pedagógica. Y por lo mismo, tenemos que afrontar los problemas con equidad y diciendo la verdad"

Andrés Aylwin Azócar, 1925-2018

Andrés Aylwin A.

"Ya despertarán las conciencias dormidas como un enorme caudal. Ese día el signo de la historia no será el odio sino la hermandad"

Andrés Aylwin Azócar, 1925-2018

"Soy testigo del dolor de nuestro pueblo durante 17 años. Por eso, jamás renunciaremos a nuestra lucha por convertir ese dolor en frutos de esperanza"

Andrés Aylwin Azócar, 1925-2018

"Los políticos tenemos una gran misión pedagógica. Y por lo mismo, tenemos que afrontar los problemas con equidad y diciendo la verdad"

Andrés Aylwin Azócar, 1925-2018

Biografía

Defensor de los DDHH

La carta de los 13

El compromiso irrestricto con los DD.HH. de Andrés Aylwin Azócar fue una constante en su vida. Su primer acercamiento teórico a la doctrina internacional ocurrió -para sorpresa de muchos- mientras hacía el servicio militar en el sur del país, puesto que se consideraba como parte de la formación militar. Pero dicho compromiso fue puesto a prueba en septiembre de 1973.

Tres meses antes de que ocurriera el bombardeo a La Moneda hubo un intento de golpe de Estado, hoy conocido como el “Tanquetazo”. Ese 29 de junio Andrés Aylwin Azócar se dio cuenta, junto a otros camaradas demócrata cristianos, que no tenían ninguna organización en caso de que se produjera un golpe, por lo que concordaron que de ocurrir se reunirían inmediatamente en la casa de Bernardo Leighton, a quien siempre consideró un mentor.

Así, tan solo dos días después del golpe de Estado, firmó junto a doce camaradas la “Carta de los Trece”, en la cual se condenó “categóricamente el derrocamiento del Presidente Constitucional de Chile, señor Salvador Allende, de cuyo Gobierno, por decisión de la voluntad popular y de nuestro partido, fuimos invariables opositores. Nos inclinamos respetuosos ante el sacrificio que él hizo de su vida en defensa de la Autoridad Constitucional”.

A pesar de que su contenido generó mucha reticencia al interior de la DC, y guiados por la “convicción moral de que era lo que correspondía hacer”, la carta fue firmada por Bernardo Leighton Guzmán, José Ignacio Palma, Renán Fuentealba Moena, Sergio Saavedra, Claudio Huepe G., Mariano Ruiz-Esquide, Jorge Cash M., Jorge Donoso, Belisario Velasco, Ignacio Balbontín, Florencio Ceballos, Fernando Sanhueza Herbage y Andrés Aylwin Azócar. Posteriormente se sumarían otros que por diversos motivos no pudieron estar presentes en la redacción de la misiva.

 

Con esto, los firmantes fueron inmediatamente catalogados de subversivos, entrando en el radar de los aparatos represivos de la dictadura.  Pero fue, también, un acto de valentía que hasta el día de hoy genera admiración y respeto, especialmente en el mundo de los DD.HH., dado que permite señalar con firmeza que la dictadura militar fue resistida desde sus primeros días. La carta hoy es exhibida en el Museo de la Memoria. 

Defensa irrestricta de los DD.HH.

Tras el golpe, a medida que pasaban los días, se hizo evidente una represión militar sin piedad, por lo que Andrés Aylwin Azócar se dedicó de inmediato a defender a todas las personas que pudiera. En una de sus primeras defensas acudió en ayuda de una niña de 16 años, cuyo padre había sido asesinado, y que estaba acusada de haber leído un manifiesto de la Unidad Popular por radio. “Allí, más que en otros lugares, tomé una decisión que mantuve inevitablemente a través de los años”. A la joven le temblaban las piernas y sufrió un shock nervioso que requirió asistirla para que pudiera mantenerse en pie.

En octubre de 1973 “desaparecieron” 70 personas en Paine. La mayoría eran dirigentes sindicales campesinos que habían accedido a terrenos gracias a la Reforma Agraria. Junto a sus esposas, Andrés Aylwin Azócar acudía a los tribunales. “La desesperación de todos esos niños, mujeres y hombres es casi imposible de describir hoy”. Más aún considerando el beneplácito del poder Judicial con la dictadura, que hacía que los recursos de amparo no fueran considerados. Uno de aquellos días en tribunales, el juez Israel Bórquez lo llamó a su despacho para decirle que por qué se empecinaba en presentar recursos de amparo, si “todas esas personas debían estar muertas”. 

A pesar de esto, se mantuvo inclaudicable en el imperativo moral que implicaba la defensa de los DD.HH, principalmente porque muchos abogados no se atrevían a defender a las víctimas y porque la gran mayoría consideraba que por principio “no deberían defender a comunistas, a marxistas y a terroristas”. 

Ante esta situación desgarradora, la relación que mantuvo Andrés Aylwin Azócar con el Comité Pro Paz fue fundamental, pues “en ese tiempo había en Chile una ignorancia en materia de DD.HH. impresionante” y allí encontró un espacio para compartir experiencias y discutir posibles estrategias de defensa con otros quienes como él no estaban dispuestos a quedarse de brazos cruzados.

También tuvo un estrecho vínculo con la Vicaría de la Solidaridad (que al igual que el Comité Pro Paz estaba vinculada a la Iglesia). Debido a sus contactos en el campo, le pidieron que se hiciera cargo de muchos consejos de guerra en provincias, los que afectaban fundamentalmente a campesinos. Se trataba de instancias en las que no servía de mucho “hacer alegatos jurídicos importantes, más bien había que explotar el aspecto humano de las personas que uno defendía”. Uno de los más significativos ocurrió en Valdivia, cuando defendió a 20 campesinos y logró evitar que fueran condenados a pena de muerte.

 

Relegación

En 1978 fue relegado a Guallatire, un villorio a casi 4.800 metros de altura y cercano a la frontera con Bolivia. Debido a que Andrés Aylwin Azócar siempre tuvo problemas pulmonares tras a haber padecido tuberculosis durante su juventud, su estadía complicó severamente su salud. Esto, en todo caso, no fue impedimento para que ya la primera noche decidiera iniciar una huelga de hambre: “Los que me mandaron para acá, tendrán que venir a buscar mi cuerpo”, dijo. Si no fuera por Juan Claudio Reyes, por entonces un joven dirigente estudiantil y militante DC con el que lo relegaron, es probable que dicha sentencia se hubiese cumplido.

La detención se produjo el 13 de enero cuando fue allanado el departamento 1373 de Huérfanos 1311, en el que además de Andrés Aylwin y Juan Claudio Reyes, se encontraban Tomás Reyes Vicuña, Ignacio Balbontín, Samuel Astorga, Belisario Velasco, Georgina Aceituno, Hernán Mery, Juan Manuel Sepúlveda, Guillermo Yungue, Elías Sánchez y Enrique Hernández, quienes también fueron enviados a distintos lugares remotos del país. El motivo para el arresto fue que se trataba de una reunión política (prohibidas por la dictadura) y en la que se encontraron “planes de acción para recuperar las libertades sindicales”, un libro escrito por un ex preso político y planfletos y diversas declaraciones, entre otros.

Mientras estuvo relegado -y mientras gente como Bernardo Leighton intentaban ayudar desde el exterior-, escribió el libro “8 días de un relegado”. Más allá del sufrimiento – que no fue “en absoluto comparable con el que yo había visto como abogado de DDHH”-, de su experiencia también destacó el trato muy humano, e incluso cariñoso, que tuvieron con él los carabineros del lugar. Años después, mientras participaba en un evento de su partido en San Javier, siendo nuevamente diputado, se le acercaría el Sargento a cargo de la seguridad del evento y se identificaría como la persona que lo recibió en Guallatire. “Fue muy cariñoso y nos fundimos en un gran abrazo en medio de la plaza, donde la gente que se encontraba allí se emocionó mucho, fue un maravilloso reencuentro que valora la humanidad que también hubo en aquellos tiempos”.